domingo, 31 de mayo de 2015

Matthew E. White - "Rock & Roll is Cold"

En aquel tiempo se aburría soberanamente y, como quien no quiere la cosa, se metió entre pecho y espalda a todos los pioneros americanos. De ahí la atemporalidad. Las canciones de Mattew E. White desprenden ese tufillo a clásico del que se nutren los artistas en busca de la obra sublime. Su padre, de profesión predicador, decidió que la familia debía marchar a Filipinas en busca de nuevas almas dignas de ser adoctrinadas y así lo hicieron. En estas, el chico luchó contra el calor, los mosquitos y la morriña escuchando música, bebiéndose hasta reventar todas las fuentes que se dan cita en sus, hasta el momento, dos trabajos, Big Inner (2012) y Fresh Blood (2015).

Matthew E. White nació el 14 de agosto de 1982 en Virginia Beach, Virgina, EE.UU.
Vayamos por partes, y comencemos por la estética. Está claro que esa melena permanece anclada en los sesenta y, lo mejor, que de ahí no se mueve. Nada más que añadir. Respecto a lo emocional, la cosa tiene más miga. En su segundo disco el de Virginia Beach ha apostado por retroceder en el tiempo, no sólo músical sino también compositivamente. Líder espiritual y fundador de Spacebomb Records, el proyecto consistía en llevar hasta el extremo eso de revivir épocas pasadas, y no bastaba con hacer canciones que rebasaran los límites temporales: la técnica también tenía que ser la de antes. Así que se puso manos a la obra y, con la banda oficial del sello, grabó sus canciones y las de unos cuantos artistas más (por ejemplo Natalie Prass) tal y como en su día hiceron los genios de la Motown.

En su segundo trabajo, 'Fresh Blood', White ahonda todavía más en los sonidos americanos.
El resultado es fresco, embriagador, elegante, como atestigua "Rock & Roll is Cold". Se trata de una mezcla bellísima de los géneros de siempre, con el soul como piedra angular de una propuesta más amplia que aúna blues, folk y country. Vamos, lo que se dice los sonidos anglosajones, especialmente los americanos. Y todo ello acompañado de un cuidado audiovisual que suma todavía más elegancia a la cadencia medida de la canción. El vídeo presenta al artista de paseo matutino por enclaves naturales de soberbia belleza para acabar dándose un ágape de los que hacen época y con buena compañía. Comida rápida no, por favor.


lunes, 18 de mayo de 2015

La historia del peluquero que se hizo crooner

Perry Como era allá por los años 20 uno de esos jóvenes americanos de origen italiano que se iba abriendo camino por los senderos de la vida. Queda muy bonita e idílica esta introducción, pero de algún modo tenía que empezar. Siendo el séptimo de trece hermanos, no le quedaba otra que potenciar el esfuerzo y, si lo había, descubrir el talento. Para colmo de todos los males, se comió el crac del 29 y, por tanto, el hambre. Para combatirla, primero montó su propia peluquería y, a mediados de los 30, se metió a cantante de bodas, bautizos y comuniones, lo que se dice las auténticas trincheras de la interpretación musical. Largo tiempo quedaba todavía para el karaoke y todo el daño que ha hecho.

Perry Como (18-5- 1912 / 12-5- 2001)

Pues un 18 de mayo, en este caso de 1912, nacía en Canonsburg, Pennsylvania, un tal Pierino Ronald Como, que con el nombre artístico de Perry Como se convirtió tras la Segunda Guerra Mundial en referente musical de la juventud americana, eso sí, junto a otros ilustres de la era prerrocanrol como Frank Sinatra, Dean Martin o Al Martino (vaya apellidos tan etimológicamente similares). Todos ellos recibieron el despectivo título de crooners, y digo despectivo porque siempre pasa lo mismo. Lo que arranca siendo casi un insulto hacia los que hacen algo novedoso se acaba convirtiendo en la etiqueta para, en definitiva, derivar en concepto cultural.

Perry Como y Frank Sinatra en la peluquería.
Aquellos cantantes solistas, muy suaves, sensibleros, de fácil escucha y apoyados en orquestas que durante la guerra perdieron gran parte de sus músicos al ser llamados a filas, marcaron una época mítica en el ámbito de los medios de comunicación. En el caso de Como, su carrera despegó en paralelo a la televisión; lejos de quedar marginado por la incipiente cultura del rock, supo convivir con los nuevos gustos musicales. De hecho, la brecha generacional entre padres e hijos, minúscula en los primeros momentos, se hizo abismal cuando la industria metió el hocico y olió el negocio. Youtube lo ha trastocado, afortunadamente.