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lunes, 20 de julio de 2015

Rompiendo tarimas en familia

Éranse una vez cuatro hermanas, Debbie, Kim, Joni y Kathy Sledge, que decidieron seguir los pasos de la abuela Williams y dedicarse al canto. La diferencia: que a la abuela le iba la ópera y que a las nietas, en cambio, les gustaba mucho más la pista de baile. Y como las cosas de casa, si resultan agradables, pueden compartirse con el vulgo, pues he aquí que las de Filadelfia se lanzaron al ruedo y el respetable les fue dando su beneplácito hasta que, a finales de los setenta, se toparon con el mejor toro de todos, el "We are family". 

Sister Sledge publicaron "We are family" en 1979, con producción de Nile Rodgers.

Nile Rodgers y la gente de Chic proporcionaron a Sister Sledge su santo y seña, el himno que décadas después suena en dos de cada tres eventos sociales, leáse bodas, bautizos y comuniones, un canto al optimismo con la familia como piedra angular de la vida. Los versos finales podría asumirlos perfectamente hasta un patricio romano.

"Have faith in you and the things you do
you won't go wrong
this is our family jewel"

Usos políticos aparte, las canciones permanecen porque los oyentes así lo quieren. En su sentido más lúdico, la primera música disco no se limitó al placer por el placer ni al hedonismo más inmovilista. Las primeras rompetarimas, como Sister Sledge, supieron combinar baile y reivindicación, reafirmación ésta de sí mismas como hermanas y como representantes de una brillante cultura negra de la que la industria discográfica ya llevaba tiempo nutriéndose. La pena: que los historiógrafos musicales sigan trazando aún en la actualidad una línea temporal dominada por los blancos. 


viernes, 17 de enero de 2014

"Pretty vacant" - Sex Pistols

Improvisación y espontaneidad...y por una vez no hablamos de jazz. Nunca una composición tan natural y sincera resultó tan rabiosa. 


Inglaterra en la década de los setenta. Tenemos una clase obrera quemada que, sin embargo, desconoce la que se le avecina con el triunfo de Tatcher en 1979. El panorama al que se enfrentan los jóvenes es desolador: escasas oportunidades, paro y decadencia, además de un ambiente cultural convertido en cementerio de elefantes. La resaca del movimiento hippie y el 68 estaba resultando demasiado larga. Y ahora, simplemente, no había alternativa. Nada.  


La primera actuación de Sex Pistols es recreada en 24 hours party people. Un señor llamado Tony Wilson, figura clave para entender el fenómeno Manchester en la cultura contemporánea, presenta al público asistente al mítico concierto. El título de la canción es No fun; resulta evidente, pues, ese tufillo nihilista cuya influencia llegará a grupos todavía en activo como Simply Red o New Order. 

 

Ruptura. Independencia. Novedad. También el exceso como forma de vida. Podemos etiquetar a todos aquellos grupos como queramos, pero si hay una constante, ésa es la huella de Nietzsche. Decía el alemán: el individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu. Si lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo. Y así, en esta línea, su obra recopila cientos y cientos de citas tan intercambiables como manidas a la hora de estudiar los orígenes del punk.
Más ejemplos: Donde comienza el Estado, allí termina el hombre.
Otra: La originalidad estriba únicamente en dar el nombre. Cread el nombre y la cosa será creada.
Más: Recela de todos aquellos cuya tendencia al castigo es poderosa. Y así, muchos más lemas que, un siglo después, la juventud de mitad de los setenta y ya casi ochenta llevó al extremo, entre el exceso y la interpretación interesada. 

A finales del XIX, cuando las formas de evasión resultaban más limitadas, Degas mostraba la tristeza urbana con Los bebedores de absenta. Se olvidaba de pintar jockeys y bailarinas, se salía de los cánones clásicos y convertía una botella de cristal vacía y unos rostros indolentes y comunes en héroes de la intrascendencia. 

En esa misma época, y en España, Galdós muestra dos modos de ser pobre en un delicioso diálogo entre una criada y su señora. Estamos en Misericordia. Benina, la criada, le dice a su "jefa".
-Dios es bueno. 
-Conmigo no lo parece. No se cansa de darme golpes; me apalea, no me deja respirar. Tras un día malo viene otro peor. Pasan años aguardando el remedio, y no hay ilusión que no se me convierta en desengaño. Me canso de sufrir, me canso también de esperar. Mi esperanza es traidora, y como me engaña siempre, ya no quiero esperar cosas buenas, y las espero malas para que vengan... siquiera regulares. 
- Pues yo que la señora -dijo Benina dándole al fuelle- tendría confianza en Dios, y estaría contenta...Ya ve que yo lo estoy... ¿No me ve? Yo siempre creo que cuando menos lo pensamos nos vendrá el golpe de suerte, y estaremos tan ricamente, acordándonos de estos días de apuros y desquitándonos de ellos con la gran vida que nos vamos a dar.


En pleno siglo XX, en Estados Unidos, un señor llamado Charles Bukowski describe un panorama similar para los trabajadores de una fábrica. En Septuagenarian Stew: Stories and Poems hace un retrato que bien podría haber servido a los Sex Pistols.
Por fin llegó la hora del almuerzo: 30 minutos. Pero para muchos de los trabajadores la hora del almuerzo no significaba comer, significaba bajar a la cantina y cargarse de cerveza, lata tras lata, para poder enfrentarse al trabajo de la tarde. A algunos les ponía alegres, a otros les ponía tristes. A muchos les daba las dos cosas, tristeza y alegría, que ahogaban en cerveza. 
Fuera de la fábrica, en el aparcamiento, había más gente, sentada en coches viejos, formando diferentes grupos. Los mexicanos en unos y los negros en otros, y a veces, a diferencia de lo que sucede en las cárceles, se mezclaban. No había muchos blancos, sólo unos pocos sureños silenciosos. Pero a Tom le caían bien todos en general. 
El único problema en aquel lugar era Brock. 
En Granada, no hace mucho, Los planetas también se sumaron al vacío cotidiano. En el recuerdo, todavía, aquel gol de Mendieta.


fuente: Adelaida de la Peña y LosPlanetasVEVO (youtube)

jueves, 9 de enero de 2014

"La leyenda del tiempo" - Camarón de la Isla

Lo publicó en 1979 y sentó fatal a los camaroneros de pura cepa. Al disco le costó arrancar, según reconocía hace unos meses Ricardo Pachón, responsable de buena parte de sus discos. Y es que musicar a Lorca con sonoridades del rock o del jazz no cuadraba a su público de siempre. De hecho, la portada ya era un desafío. El cantaor suprime su lugar de origen y, encima, utiliza una tipografía a lo Chicago.


 Con el paso del tiempo aquel experimento se convirtió en una bendición para los amantes de la fusión sonora. Cuando echas un vistazo a los títulos de crédito lo entiendes todo. Si suena a Alameda es porque, precisamente, Alameda tomó parte en la producción; añadimos a los hermanos Amador (Pata Negra) y Kiko Veneno (con "Volando voy"), además de a Tomatito, y cualquiera con dos dedos de frente puede apreciar una calidad excepcional a prueba de bombas.


Lorca reflexiona en el poema sobre el paso del tiempo, dándole un toque de resignación que ya encontramos siglos antes en el barroco español. Más cercano al carpe diem, Góngora aconseja a una joven:

goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente, 

no sólo en plata o víola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente 
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

En cambio, Quevedo es todavía más pesimista:

Vivir es caminar breve jornada,
y muerte viva es, Lico, nuestra vida, 
ayer al frágil cuerpo amanecida, 
cada instante en el cuerpo sepultada.



Y en otro soneto, múcho más contundente, presenta los dos tercetos más aterradores de la lírica castellana:

Ayer su fue; mañana no ha llegado; 
hoy se está yendo sin parar un punto:
soy un fue, y un será, y un es cansado.

En el hoy y mañana y ayer, junto
pañales y mortaja, y he quedado
presentes sucesiones de difunto.

Dos siglos antes, en el XV, un noble castellano llamado Jorge Manrique escribía en las Coplas a la muerte de su padre una visión muy reposada sobre el paso del tiempo:

Este mundo es el camino 
para el otro, que es morada 
sin pesar; 
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada 
sin errar; 
partimos cuando nacemos, 
andamos mientras vivimos, 
y llegamos 
al tiempo que fenecemos;
así que cuando morimos 
descansamos.

No era la moda en la Edad Media, sin embargo, entender el tránsito del tiempo de una forma tan light y apacible. Las Danzas de la muerte evidencian, en este sentido, un terror irónico y atroz al fin de la vida.


Tan cerca de Lorca como del hombre medieval, exclamaba Schopenhauer en el siglo XIX:


¡Cuán larga es la noche del tiempo ilimitado si se compara con el breve ensueño de la vida!

Finalemente, revisando el tópico grecolatino del Carpe diem, Jim Morrison animaba al disfrute del presente con un falso hedonismo plagado de excesos. 





Fuentes: 8duros y MrHappyDeaht (youtube)