Improvisación y espontaneidad...y por una vez no hablamos de jazz. Nunca una composición tan natural y sincera resultó tan rabiosa.
Inglaterra en la década de los setenta. Tenemos una clase obrera quemada que, sin embargo, desconoce la que se le avecina con el triunfo de Tatcher en 1979. El panorama al que se enfrentan los jóvenes es desolador: escasas oportunidades, paro y decadencia, además de un ambiente cultural convertido en cementerio de elefantes. La resaca del movimiento hippie y el 68 estaba resultando demasiado larga. Y ahora, simplemente, no había alternativa. Nada.
La primera actuación de Sex Pistols es recreada en 24 hours party people. Un señor llamado Tony Wilson, figura clave para entender el fenómeno Manchester en la cultura contemporánea, presenta al público asistente al mítico concierto. El título de la canción es No fun; resulta evidente, pues, ese tufillo nihilista cuya influencia llegará a grupos todavía en activo como Simply Red o New Order.
Ruptura. Independencia. Novedad. También el exceso como forma de vida. Podemos etiquetar a todos aquellos grupos como queramos, pero si hay una constante, ésa es la huella de Nietzsche. Decía el alemán: el individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu. Si
lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces asustado. Pero ningún
precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo. Y así, en esta línea, su obra recopila cientos y cientos de citas tan intercambiables como manidas a la hora de estudiar los orígenes del punk.
Más ejemplos: Donde comienza el Estado, allí termina el hombre.
Otra: La originalidad estriba únicamente en dar el nombre. Cread el nombre y la cosa será creada.
Más: Recela de todos aquellos cuya tendencia al castigo es poderosa. Y así, muchos más lemas que, un siglo después, la juventud de mitad de los setenta y ya casi ochenta llevó al extremo, entre el exceso y la interpretación interesada.
A finales del XIX, cuando las formas de evasión resultaban más limitadas, Degas mostraba la tristeza urbana con Los bebedores de absenta. Se olvidaba de pintar jockeys y bailarinas, se salía de los cánones clásicos y convertía una botella de cristal vacía y unos rostros indolentes y comunes en héroes de la intrascendencia.
En esa misma época, y en España, Galdós muestra dos modos de ser pobre en un delicioso diálogo entre una criada y su señora. Estamos en Misericordia. Benina, la criada, le dice a su "jefa".
En pleno siglo XX, en Estados Unidos, un señor llamado Charles Bukowski describe un panorama similar para los trabajadores de una fábrica. En Septuagenarian Stew: Stories and Poems hace un retrato que bien podría haber servido a los Sex Pistols.
-Dios es bueno.
-Conmigo no lo parece. No se cansa de darme golpes; me apalea, no me deja respirar. Tras un día malo viene otro peor. Pasan años aguardando el remedio, y no hay ilusión que no se me convierta en desengaño. Me canso de sufrir, me canso también de esperar. Mi esperanza es traidora, y como me engaña siempre, ya no quiero esperar cosas buenas, y las espero malas para que vengan... siquiera regulares.
- Pues yo que la señora -dijo Benina dándole al fuelle- tendría confianza en Dios, y estaría contenta...Ya ve que yo lo estoy... ¿No me ve? Yo siempre creo que cuando menos lo pensamos nos vendrá el golpe de suerte, y estaremos tan ricamente, acordándonos de estos días de apuros y desquitándonos de ellos con la gran vida que nos vamos a dar.
Por fin llegó la hora del almuerzo: 30 minutos. Pero para muchos de los trabajadores la hora del almuerzo no significaba comer, significaba bajar a la cantina y cargarse de cerveza, lata tras lata, para poder enfrentarse al trabajo de la tarde. A algunos les ponía alegres, a otros les ponía tristes. A muchos les daba las dos cosas, tristeza y alegría, que ahogaban en cerveza.
Fuera de la fábrica, en el aparcamiento, había más gente, sentada en coches viejos, formando diferentes grupos. Los mexicanos en unos y los negros en otros, y a veces, a diferencia de lo que sucede en las cárceles, se mezclaban. No había muchos blancos, sólo unos pocos sureños silenciosos. Pero a Tom le caían bien todos en general.
El único problema en aquel lugar era Brock.
En Granada, no hace mucho, Los planetas también se sumaron al vacío cotidiano. En el recuerdo, todavía, aquel gol de Mendieta.
fuente: Adelaida de la Peña y LosPlanetasVEVO (youtube)