Revisemos la religión... al fin y al cabo, encaramos la directa hacia Navidad. Es un buen momento para indagar sobre ese extraño matrimonio entre rock y evangelio. Digo extraño porque, en principio, hemos caído en la trampa de entender ambos fenónemos como incompatibles, incluso antagónicos, cuando en el fondo comparten intereses comunes: entre ellos, gestionar los atisbos de protesta y convertir lo inmutable en el único escenario posible. Ejemplos hay muchos en la historia de la música popular, pero vamos a uno de los más recientes: se trata de la banda estadounidense Portugal.The Man. Del epicentro mundial del fundamentalismo cristiano surge este grupo, con un espectacular audiovisual acompañando al tema "Modern Jesus".
El título, ya de por sí, aporta pistas sobre el mensaje: no nos hacen falta nuevos dioses porque nosotros somos autosuficientes. Todo ello enlatado en un genial montaje de imágenes y escenas a manera de estampas impagables de los estados sureños. Si estéticamente la calidad es indiscutible, el mensaje se queda corto, demasiado corto, algo que ya no debería sorprendernos porque prácticamente se ha convertido en el leitmotiv de la música independiente desde que dejó de ser eso, independiente. Lo que parece una crítica a la piedra angular de la esencia americana, la religión, queda sumergida sobre capas y capas de imágenes bellísimas al son de un estribillo tan marcado como fácilmente recordable.
Don't pray for us
We don't need no modern Jesus
To roll with us
The only rule we need is never giving up
The only faith we have is faith in us
We don't need no modern Jesus
To roll with us
The only rule we need is never giving up
The only faith we have is faith in us
Lo que encontramos en "Modern Jesus" es, en esencia, un producto de forma excepcional y contenido mínimo. Tenemos mucha población negra. Y pobre. Resulta que la pobreza siempre se ha cebado con ellos desde que llegaron al continente. Esos jóvenes de color se dedican a pulular por iglesias rebosantes de simbología y riqueza, por pequeños pueblos sumidos en la vida del campo; en definitiva, por infinitos descampados donde la distracción oscila entre drogas y armas como evasión a la economía rural. Jugando a criticar los tópicos, pasan por encima de ellos como si se tratara de un torero que no se atreve a matar a la bestia. Si no la matas te devolverá la cornada, seguro.
Siete discos después el éxito les ha llegado a los de Alaska. Ahora bien, ¿qué ha pasado durante todos estos años? Pues que la etiqueta indie se ha consolidado como punto
de referencia de la modernidad, concentrando la creatividad en paralelo a la evasión y a años luz del activismo. Afortunadamente, siempre quedan excepciones, cada vez más complicadas de encontrar. Lo mismito que hacen Gourley, Carothers y compañía es ejecutado, con distinto resultado, por Future Islands. La sensación, más compensada: una especie de nostalgia más próxima a la parodia que al tópico. Es de agradecer.