Se nota y se siente: el pasado está presente. Pero no el pasado castizamente siniestro de otras épocas; me estoy refiriendo al pretérito imperfecto de este nuestro pop en Lengua y Literatura Castellana. Tremenda Trementina representa a la perfección ese espíritu nuevo, que de nuevo no tiene nada y que lo llamamos así porque, la verdad, hemos estado un par de décadas sofocando a la frescura y apostando por una estética perdida entre lo sensiblero y lo que se suponía experimentación.
Pablo Villafranca y Adriana de la Fuente integran Tremenda Trementina. |
Los de Pamplona, así como Los Punsetes, El Último Vecino o Las Ruinas,
conforman la epidermis de un genial y latente pop español que, a
diferencia de pasadas movidas y similares, sigue sin mover masas de
auténticos adeptos. No nos engañemos: que los festivales de turno congreguen a miles de
asistentes es porque la música se ha convertido en la excusa y, en
realidad, hace las veces de postre de una oferta maquillada en primeros y segundos
platos económicamente mucho más rentables para la organización. No
obstante, volvamos a lo que nos ocupa, que es "Sangre Pop".
La ironía ha vuelto, y ya era hora. Nuestro recurso cultural más potente, nuestra carta de presentación como mediterráneos de pura cepa, eso que hemos dado en llamar desde tiempos inmemoriales la ironía, había desaparecido. Y en éstas que Adriana de la Fuente y Pablo Villafranca, dicho de otra forma, Tremenda Trementina, se han sumado al revival en ciernes, tal vez por eso de que en tiempos de crisis lo que peta, sin lugar a dudas, es lo barroco, y a por la parodia había que ir.
"Sangre Pop" es el segundo trabajo del, ahora, dúo navarro. |
"Corre por mis venas sangre pop" me recuerda a docenas de grupos hip hop reafirmándose una y otra vez en el rap como dios supremo al que se adora y no se cuestiona, e ipso facto también oscilo hacia Juan Pardo y mi madre escuchando "Bravo por la música" en un radiocassete inasequible al desaliento. Para colmo, me pongo estupendo y acabo iniciando un viaje en el tiempo hasta el siglo XIII, e imagino en un lugar perdido de La Rioja a un señor llamado Gonzalo de Berceo dejando claro que lo que está escribiendo (porque el "escribe") es muy distinto y mucho mejor que las historias que memorizan y modifican a su antojo los juglares para entretenimiento del vulgo más ignorante. Qué manera de dar bandazos. Y todo para decir que me gusta Tremenda Trementina. Tampoco hacía falta tanta paperassa.