No fue sólo madrileña; también hubo en paralelo una movida valenciana, y con aportaciones muy interesantes. Betty Troupe fue uno de sus nombres más representativos. Con una imagen a base de sintetizadores, hombreras y mucho baile, captaron la atención de un público deseoso de hacer algo distinto al de generaciones anteriores.
Tenían ideas. En Berlín introducen
fragmentos en alemán que suenan bastante bien, y eso que el idioma no acompaña en lo que se refiere a fonética. Y en El vinilo
recurren a lo extraordinario y misterioso.
Y la estética....es tan de los ochenta!!!
Tres décadas después la temática sigue sorprendiendo: alguien que enloquece escuchando un disco. Recuerda la historia de aquel hombre que enloqueció de tanto leer libros de caballerías en la España de Felipe II.
Es, pues, de saber, que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso
(que eran los más del año) se daba a leer libros de caballerías con tanta afición
y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración
de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas
hanegas de tierra de sembradura, para comprar libros de caballerías en que
leer; y así llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos.
Cervantes describe a este Alonso Quijano, o Quijada. o Quesada, "que en esto hay alguna diferencia en los autores que
deste caso escriben", de forma entrañable, apiadándose del caballero andante a lo largo de cientos de páginas de "pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles".
En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las
noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio, y así, del
poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro, de manera que vino a perder
el juicio.
También Emma Bovary, ávida consumidora de novelas románticas, pierde el norte por su amor a la lectura.
Se
repetía: “¡Tengo un amante!, ¡un amante!”, deleitándose en esta idea,
como si sintiese renacer en ella otra pubertad. Iba, pues, a poseer por
fin esos goces del amor, esa fiebre de felicidad que tanto había
ansiado.
Penetraba
en algo maravilloso donde todo sería pasión, éxtasis, delirio; una azul
inmensidad la envolvía, las cumbres del sentimiento resplandecían bajo
su imaginación, y la existencia ordinaria no aparecía sino a lo lejos,
muy abajo, en la sombra, entre los intervalos de aquellas alturas.
Entonces
recordó a las heroínas de los libros que había leído y la legión lírica
de esas mujeres adúlteras empezó a cantar en su memoria con voces de
hermanas que la fascinaban. Ella venía a ser como una parte verdadera de
aquellas imaginaciones y realizaba el largo sueño de su juventud ,
contemplándose en ese tipo de enamorada que tanto había deseado. Además
Emma experimentaba una satisfacción de venganza. ¡Bastante había
sufrido! Pero ahora triunfaba , y el amor, tanto tiempo contenido,
brotaba todo entero a gozosos borbotones. Lo saboreaba sin
remordimiento, sin preocupación, sin turbación alguna.
Es peligroso de meterse de lleno en las narraciones. George A. Romero, a finales de los 60, inauguraba con escasos medios el género de zombies. La noche de los muertes vivientes, con planos inusuales y un ritmo desconcertante, marcaba el primer punto de una línea que ha llegado hasta la actualidad y que sigue proyectada hacia el infinito.
Y cuando, como Emma Bovary, devoras un género, en este caso el cine de terror, te puede pasar algo así:
Fuentes: manu guinarte y popgoesthe80s (youtube)
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